Carta al arte

Carta al arte Arte, que conviertes la creatividad en libertad: El día que te conocí me regalaste el placer de ser cuanto libre quería ser. Me concediste el imaginario para tener miedo al miedo una vez que el galope ya estaba en viento, convirtiendo al bebé en sentimiento. A lo diferente en verdadero. Conocer la historia, los colores, las verdades de tus profetas, me hace confiar en la belleza de la vida pese a su irremediable partida. La primera vez que te vi en un Velázquez el rayo cayó en la tierra. Después, me enamoré del fuego por primera vez y tu tierra partió la semilla. El espíritu atravesó la grieta de esa semilla el mismo día que me miré al espejo desnuda y sin nombre, y tu espíritu se enamoró de mi alma cuando la máscara pesaba tanto que tuvo que rendirse al suelo vulnerable y fría, sobre un lienzo estrellado, bajo la estela de un todo. En el marco de tus telas comprendí que las cuatro esquinas no están ordenadas, sino en un caos exacto en el que naceré y moriré libre y real, junto al mundo, sintiendo, peleando, venciendo, creando. Arte, que me haces en esta orquesta chelista y tenor a tu antojo, gracias. Porque ves cómo desespero y erro en el camino, ofreciéndome lo que el ser humano necesita: otra oportunidad. Gracias por liberarme de los juicios, comprendiendo que no soy más que lo que soy, y eso ya es todo. Gracias por darme el sentido de sentir, porque sin este sentido no me podría reflejar en los ojos de mamá cuando escuchamos Tajabone, ni en los labios del lobo cuando me hace manada. Sin este sentido ya no sé ser. Por ti. Confiaré, experimentaré, caeré.