ORFEO Y EURÍDICE

Acrílico sobre lienzo
2'17 x 2'35

En el lomo del lienzo, versan unas letras que llaman a Eurídice:

_No corras, niña. No vaya a ser que desaparezcas entre las sombras. Ven, tenemos todo el tiempo del inframundo. Ven, vámonos. ¿Acaso no te reconoces en el reflejo de dos desconocidos que comparten soledades, y, por tanto, profundas verdades?_

En el lienzo, como en la ópera original, existen danzas y coros, que se elevan en los naranjas, en las llamas, hasta tocar el cielo. (Encendemos el altavoz y suena Che faro senza Eurídice). Los colores, a caballo entre el mundo de los vivos y de los muertos, narran la historia del triunfo del amor, porque siempre está, aunque ya no esté.

En el mito, Orfeo decide suicidarse para unirse a Eurídice en el Hades. Cupido, apiadado por su llanto, lo detiene y, en recompensa por su amor constante, resucita a Eurídice. En la vida desmitificada, nos toca sufrir por los amores que se nos han ido. Porque el cuerpo… el cuerpo se va. Pero te cuento un secreto. El alma, solo a través del pensamiento bello y puro, es capaz de resucitar.

A través del arte. A través de la belleza. A través de la verdad.

Si abres los ojos. Eurídice está. La historia de amor más real.

Mirarás el lienzo, y la descubrirás.

Finalmente, ambos enamorados regresan a su patria donde son recibidos entre el alborozo general. Después de un ballet de cuatro movimientos, todos, vivos y muertos, cantaremos en alabanza de Amore (Trionfi Amore). 

Nos vemos en el inframundo, llenos de amor, afortunadamente.